Obedéceme

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La mejor forma de comenzar las mañanas era con la dulce e inocente sonrisa de Jenny. Harry no sabía específicamente por qué la había contratado, pero había algo en ella que le dibujaba una sonrisa en su cara. No estaba seguro si eran sus modos poco convencionales o su vivaz personalidad, pero lo hacía sonreír. Y para un empresario tan estructurado, no era algo fácil de cumplir.

En el pasado, había tenido muchas asistentes que habían intentado coquetear con él o ambicionaban tener algún vínculo para acceder a su dinero o popularidad, pero Harry sabía que Jenny no era así. Presumía que tenía novio ya que no miraba a nadie en la oficina y tampoco se arreglaba para impresionar.

Bonitos vestidos florales y cardiganes con medias gruesas y cabello atado, no era exactamente la idea de sensualidad para Harry, pero ella no era una distracción, no como lo eran sus anteriores asistentes o colegas.

Él podía reconocer chicas desesperadas a kilómetros de distancia, ese tipo de chica que piensa que teniendo sexo es la forma de llegar a la fama. A veces, Harry les hacía sutiles insinuaciones para acostarse con ellas con el propósito de su propio placer. Era un experto en seducir sin dar promesas y esperaba que alguna chica sea lo suficientemente ingenua para caer en su malicioso juego.

— ¿Quisiera algo para beber, señor Stone? —preguntó Jenny con esa dulce sonrisa que solía darle.

— Sólo café, por favor —le respondió. Jenny sabía exactamente cómo le gustaba

La mejor forma de comenzar las mañanas era con la dulce e inocente sonrisa de Jenny. Harry no sabía específicamente por qué la había contratado, pero había algo en ella que le dibujaba una sonrisa en su cara. No estaba seguro si eran sus modos poco convencionales o su vivaz personalidad, pero lo hacía sonreír. Y para un empresario tan estructurado, no era algo fácil de cumplir.

En el pasado, había tenido muchas asistentes que habían intentado coquetear con él o ambicionaban tener algún vínculo para acceder a su dinero o popularidad, pero Harry sabía que Jenny no era así. Presumía que tenía novio ya que no miraba a nadie en la oficina y tampoco se arreglaba para impresionar.

Bonitos vestidos florales y cardiganes con medias gruesas y cabello atado, no era exactamente la idea de sensualidad para Harry, pero ella no era una distracción, no como lo eran sus anteriores asistentes o colegas.

Él podía reconocer chicas desesperadas a kilómetros de distancia, ese tipo de chica que piensa que teniendo sexo es la forma de llegar a la fama. A veces, Harry les hacía sutiles insinuaciones para acostarse con ellas con el propósito de su propio placer. Era un experto en seducir sin dar promesas y esperaba que alguna chica sea lo suficientemente ingenua para caer en su malicioso juego.

— ¿Quisiera algo para beber, señor Stone? —preguntó Jenny con esa dulce sonrisa que solía darle.

— Sólo café, por favor —le respondió. Jenny sabía exactamente cómo le gustaba

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