Desde que el ser humano abre los ojos a la luz de la vida por primera vez, hasta que esta se extingue su propia energía, ocurren demasiadas anécdotas, algunas buenas y otras no tanto a lo largo de toda esa secuencia vital, por la que cada individuo pasa, y siempre día tras día, en su mente se han ido acumulando tal cantidad de preguntas, que nunca encuentra las respuesta que tantas veces ha deseado, y por más que lo intenta, nunca llega a encontrar las premisas que tanto anhela, es como buscar algo inexistente, tan difícil como encontrar el alfiler que se pierde en el fondo del océano. Pero nuestra mente, por mucho que quiera confiar, no se conforma con cualquier letanía, y tiene la necesidad de seguir buscando la respuesta, que precisa y que pueda llegar a encontrar, tenga algún parecido con lo que realmente quiere darse de lleno, y le puede servir para calmar ese deseo aún sabiendo que no es lo que realmente busca. Y nos conformamos de momento engañándonos así mismos, pero en el último rincón de nuestra mente, nos seguirá interrogando en nuestro propio fuero, siempre con las mismas preguntas.
(Quiénes somos, A dónde vamos, Y de dónde venimos)
Y hasta aquí, nos quedamos con esa incertidumbre hasta que nos llega el último día de nuestra vida, sin conocer la verdadera respuesta.
La ciencia nos dice que el hombre desciende del mono, si es cierto o no, no lo sabemos, quizás pura hipótesis o tal vez sea la respuesta acertada, pero como expongo, el ser humano tiene la imperiosa necesidad de saberlo todo, con respecto a su pasado y si además añadimos que también somos algo conformistas, la respuesta que nos da la ciencia, nos puede servir para rellenar en nuestro psiquis, ese hueco que nos empuja a descubrir lo que tanto nos incita a saber. Pero no debemos de olvidar, que existen documentos escritos desde hace más de tres mil
años, por personas o seres que manifiestan, que el hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, ese Dios que todo lo puede, que todo lo sabe, y todo lo ve.