La mañana de Samantha comenzó toda mal. Dormir demasiado significaba que tenía que saltar de la cama y arreglarse frenéticamente para llegar a la estación de televisión a tiempo para el trabajo.
-¿Por qué no me despertaste? -le gritó a su esposo mientras él se arrastraba hacia el baño.
Se encogió de hombros.
-Lo siento, te veías tan tranquila.
Encima de todo lo demás, música fuerte que sonaba extraña se filtraba hacia su dormitorio. Se apresuró a buscar una fuente.
-¿De dónde es eso? -le preguntó.
-Suena como ritmos tribales, tal vez de la Polinesia o algo así.
-Muchas gracias, señor profesor de antropología. Eso no fue lo que quise decir. Quise decir ¿de dónde viene ese sonido?
Se puso el traje y se encogió de hombros.
-Podría ser ese tipo nuevo que se mudó hace unos días.
-Cariño, ¿puedes ir allí y hablar con él sobre eso? Necesita comprender que este es un vecindario agradable y tranquilo, y que no hacemos ese tipo de cosas aquí.
-No empecemos problemas, Sam.