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Un Carmín Inmaduro arando el manto esmeralda con su piquito. Sus alitas y patitas en desproporción con su diminuto y gordinflón cuerpo. A su alrededor, los Carmines Maduros con sus alargadas patas, cuerpos esbeltos y erguidos presumen su reluciente plumaje cobrizo. Uno de ellos se acerca atraído por los cómicos movimientos del pequeño. Sus cristalinos ojos reflejan la tranquilidad del Valle Carmín, tierra de enigmas y leyendas. Mi nombre es Balán Léguil, y tú… ¿nuevamente por aquí? Pues, la idílica aventura de Ephesto continúa…